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viernes, 27 de septiembre de 2013

A RELÁMPAGO NO LE GUSTAN LAS FIESTAS

A RELÁMPAGO NO LE GUSTAN LAS FIESTAS
 (Capítulo I )
Cristóbal Encinas Sánchez

    Relámpago es un perro bueno, agradecido y muy inteligente. Es un podenco andaluz canelo con dos lunares blancos en la cabeza. Sus ojos verdes, inquisitivos, le dan un aspecto de entereza y resolución, capaz de todo, aunque solo es en apariencia.
La primera vez que lo vi estaba desmejorado y abandonado por su madre. Fue en la puerta de la escuela, al acabar las clases, cuando los niños más pequeños nos hicimos cargo de su subsistencia. A la hora del recreo nos esperaba y le echábamos trozos de nuestros bocadillos, algunas nueces con higos y carne de membrillo. Lo teníamos muy entretenido y siempre jugábamos con él camino a casa. Y en este ambiente de confianza y amistad,  fue criándose a nuestro par.

Relámpago era, además, un perro libre. Cuando ya tenía un año, en una tarde del mes de mayo, antes de las fiestas patronales, un hombre se lo encontró vigilando a unos patos en el humedal y lo engatusó con golosinas para llevárselo a su casa y adiestrarlo para la caza. Le soltó varios conejos y polluelos en la cuadra para ver con qué arte los atrapaba. Lo azuzaba con insistencia, pero él, lejos de perseguirlos e hincarles el diente, saltaba alegre y con mucho tacto se revolcaba con ellos, mostrando su noble carácter. Nunca le hizo daño a otro animal y ahora menos, cosa que el nuevo amo no aceptó con agrado.

   - ¡Será cuestión de insistir! Se le despertará la afición– pensó el cazador.

Así continuó hasta el día en que empezaron las anheladas fiestas. Su amo, como cada año, se había apuntado al tiro pichón para lucirse. Pero a Relámpago tampoco le gustaban los tumultos. Los bullicios, cohetes y escopetas le ponían histérico. 
Llegó el segundo día y se fueron a un lugar distanciado del pueblo, próximo al monte, donde se produciría el evento. Con tantos disparos, el pobre perro estaba ya desquiciado y en tres ocasiones que tuvo de recoger los palomos heridos, no aprovechó ninguna y los dejó escapar entre las retamas y los espinos. Sencillamente, él no estaba por la tarea, pero ladraba y disimulaba lo suficiente.

El amo, desprestigiado, se mostró airado y se lanzó sobre el inútil perro para cogerlo del collar  y, arrastrándolo, lo llevó hasta el remolque de su vehículo. Relámpago se sintió ultrajado, despreciado e infeliz. Su corazón latía azogadamente. No comprendía la furiosa actitud del humano. Cuando llegaron a la casa, fue atado a una estaca en el hueco de la escalera del pajar y abandonado, otra vez, padecería lo indecible. Volvió a recordar los tiempos de su infancia. Pero él no estaba dispuesto a ser un esclavo.                                  Al amanecer del día siguiente puso en práctica su estrategia de fuga.

1 comentario:

  1. Este es el primer capítulo de un perro llamado Relámpago, aunque el 2º capítulo se editó con anterioridad. Después vendrán más.

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